12.6.07

Cuando mi mente se diluya,

cuando caiga mi conciencia

en el pozo irrebatible.

Cuando ya no haya nombre

ni sentido en mí.

¿Quién se sentará en mi cama,

quién velará mi sueño,

o sujetará mi mano,

mi frágil mano,

más allá del mundo cierto

en que habré caído?

Tu nombre son todos los hombres

que me hicieron mal.

Esta es tu última palabra

tal vez

Todo puede ser

menos

mi mano detenida en la página

y mis palabras

mudas.

11.6.07

memoria

Desde Canadá, Fernando escribió una carta.

En ella revelaba el valor de la vida y las estupideces que no se deberían hacer, los errores que él había cometido y las injusticias de las que había sido objeto.

Fernando escribió su dolor para que otros no tuvieran que repetirlo, para rescatarnos antes de que la tragedia acaeciera.

Nos contó muchas verdades, nos habló de amor, de imponderables, de imposibles, de deseos, de dolor, de esperanzas, del sinsentido, del vacío y de la evasión.

Cerró la carta un día cuya fecha no conocimos hasta que la recibimos. Su adiós llegó después de haberse ido.

Fernando murió de sida, ese moderno mal que la sociedad creyó que no existiría si nunca lo mencionaran. Por eso él se fue a Canadá, lejos de esta necia sociedad, a vivir su final. Empezaban los noventa y yo empezaba a dejar mi niñez.

Fernando era mi tío. Nunca leí su carta, la escribió para mi hermano mayor. Yo tendría 13 años, muy pocas preocupaciones y mucha curiosidad. Pregunté muchas veces qué decía la carta pero no me permitieron leerla. Recuerdo haberla buscado por años en distintos cajones y carpetas. Nunca la encontré.

Fernando murió de sida, joven y lejos de su familia. Todo lo que pudo haber escrito ya me lo he imaginado, ya tuve su edad y la pasé, ya estuve perdida y ya amé. Esa fue la mejor herencia que pudo haberme dejado: la incógnita de preguntarme cada día qué diría aquella carta que ya habrán comido las polillas; la incógnita que me llevó a preguntarme qué habrá sentido en aquellas tristes horas y en aquel duro exilio; las tantas incógnitas que con los años fui rellenando con mis vivencias, con mis dolores, con mis reflexiones. Todo lo bueno llenó ese espacio que para mi fue su carta, todos los sabios consejos que su amor nos hubiese dejado, que tal vez nunca llegaron a esa carta, están hoy en mí, gracias a esa incertidumbre.

Siempre te querré, Fernando.

placebo

Placer de escribir

Eludo el mal y disfruto

el fluir de la tinta,

la nueva palabra,

el dolor hecho letra.

Placebo

Habría que ser valiente

para enfrentar el horror

desnuda

huellas

Noche primitiva

abrupta

irreconocible.

Todo fue posible esa noche

ojos y labios y dedos

uñas y dientes y pelos.

Entre tu cuerpo y el mío

un sólo latido.

Qué me dejará esta noche

cuando la recuerde

cuando la olvide.

4.6.07

Lloré por tu último beso

que nunca llegó

y por tu último pensamiento

dirigido a tu amado verdugo.

Lloré porque abrí los ojos

y lo supe.