24.8.17

Ella me dirá que existe la magia.
Que magia es eso que no podemos explicar.
Y tal vez yo le responderé que entonces la magia es el amor, o al revés, o todo lo mismo.

vendrá

Ella vendrá y me dirá que me quiere. Y yo temeré y flotaré un instante, todo al mismo tiempo.
Ella vendrá a responderme la pregunta que no me salió hacerle.
Me dirá que elige el sendero donde quepamos cómodos los dos. Ella hablará de nosotros y temerá y flotará. Ambos sabremos que no temblamos por el otro ni por uno mismo. Temblaremos por ese sendero, ese espacio que hemos deseado que exista. Alguna vez creímos que ciertas cosas armaban una fómula de felicidad, un lugar a donde llegar, donde todo sería -por fin- liviano y fácil.
Ella dirá que no precisamos armar un sendero, que el camino a veces es un círculo, y a veces es un punto alrededor del cual gira todo, como una calesita pero al revés. Yo creeré que la entiendo. O tal vez ya no me interese entender.
Ella me dirá que me quiere hoy y antes y después. Y que no precisamos acomodar el universo para querernos. Ella tendrá una llave en la mano, me dirá “es de mi casa”
-He abierto mi casa porque ya no preciso guardar nada dentro. Podés entrar a mirar, si querés, o no querer mirar, o no entrar, o entrar con los ojos cerrados. Has bendecido mis fantasmas, has hecho posible que vuele cuando quiera y donde quiera, y entonces yo me siento bien en vos y no me interesa volar- me dirá. Ella no me dará la llave, porque la puerta no se cerrará. Ya no hay nada que esconder, amor.
Ella abrazará mis teorías y mis emociones. Ella me besará por la noche y por la mañana, y me extrañará cuando estemos lejos. Y pensará en mí cuando vea esos almohadones que quedarían lindos en mi sillón, allí donde quiere que le haga el amor a veces mientras miramos una película.
Ella me dirá que hacer el amor es tomar nuestras manos, a veces. O pellizcarme la espalda. O dejarse recorrer bajo la ropa. Ella me cuidará sin decírmelo, porque no quiero que nadie me haga de madre. Tal vez ella nunca entienda la línea del planchado de mis camisas y alguna vez se olvide que el médico me recomendó comer sin sal. Y yo la querré por eso, o pese a eso. Porque ella cuidará mi sensibilidad y mis miedos y yo la cuidaré a ella.

abundancia

Así se siente la abundancia, dice o piensa uno de nosotros.
El todo.
Allí está tu piel y tu mirada abiertas.
Allí la calidez de una cama enorme en la que nos navegamos
y nos reencontramos
y nos sorprendemos
y nos transpiramos
y nos abrigamos
y nos extrañamos
y nos reconocemos
indefinidamente hasta que sale el sol.

Petrificados en la inmensidad arrebolada,
ínfimos nos abrazamos y caemos en la esencia del amanecer aconteciendo.
Un instante de divinidad, de completud,
de entrega a lo magnánimo y eterno, de trascendencia,
un pulso apenas audible donde me siento cuidado por una vez, posible por una vez.
Tu pecho respira sobre mi cuerpo,
y en ese vaivén comprendemos que estamos de paso.
Y nos rendimos, subyugados ante la misma emoción de nacimiento
que compartimos sin haber usado una sola palabra.
Y ella, sumergida en el vapor de una pileta o de mis caricias.
Y yo, sumergido en su risa, sus ojos o su escote, todo a la vez.
Ella desnudándose a contraluz, dorada de sol poniente, descubriéndose mujer en el fondo de mi mirada, descubriéndose ella en mí, profunda en mis pupilas que se abren para recibirla.

Y decimos irnos pero caemos uno en el otro, como muñecas rusas yo en vos, dentro tuyo y rodeándote y vos dentro y rodeándome y ninguno realmente fuera ni dentro, interpenetrándonos y abrazándonos simultáneamente, en un infinito detenido entre dos respiraciones, compartiendo un mismo aire relamido y realimentado y renovado una y otra vez en la circularidad perfecta de respirarnos indefinidamente.

llegar

La noche trae deseos y ella tarda en llegar. Extrañarla es una parte bonita de quererla.
Regresé con la piel erizada, los ojos brillantes y las cosquillas maravillosas de desearla como a los diecisiete años. Entonces yo no lo sabía -y ella no había nacido- pero ya la deseaba sin que existiéramos en este mismo universo.
Elijo preguntarme sobre quiénes somos, juntos, cercanos, conectados. Y por qué. Alguna vez, me digo, exploraré el misterio de vernos infinitos y eternos desde antes de conocernos en esta vida… Y entonces ella entra en el auto, aromada de shampoo y deseo. Una chispa eterniza el beso pequeño del reencuentro, de extrañarnos, de ser de vuelta hombre y mujer sin más. Todo desaparece en la temperatura suave de sus dedos escribiendo amores entre mis cabellos. Nada más, torpes humanos, nada más que eso para ser feliz.

nido

Madrugada. Te has dormido sobre mi hombro con la tele encendida, tu mano pequeña anidando la mía. La observo mientras me asombro de que el nido seas vos, un nido en medio de mi cuerpo, yo te rodeo pero vos sos el nido. ¿sabrás que sos nido?
Como un contorsionista me voy acomodando alrededor de tu figura, casi sin rozarte. Mi mano sigue ahí en la tuya, siendo nido que anida.

Me entrego a nuestra magia inexplicable: te siento. Algo sucede en vos mientras dormís o existís más allá de los graznidos de la casa y sus habitantes. En tu nido hay luces, hay vientos, hay océanos e infinitos, todo aconteciendo en simultáneo mientras respirás dormida y yo te observo en mí. Me entrego a esos latidos, navego en tu claridad. Un instante de rendición ante tu luz que duerme, tal vez para que no lo sepas.
Tu mano pequeña se mueve lento sobre la mía. En la mesa, los amigos hablan de la trascendencia humana, la moral y la ética ciudadana, o del último juego de truco compartido. Tu mano y la mía danzan una melodía privada, se dicen amores y deseos, se acompañan y vuelan juntas. Tu mano pequeña crece en la mía, se expande a mis brazos y acaricia mis sienes. Te siento respirándome cerca, mientras debajo de una mesa de vasos medio vacíos y miradas de sueño empezamos a conectarnos con lo inenarrable. Cierro los ojos y te desnudo subiendo la escalera, te recorro con la lengua, los labios, el aliento, muerdo tu espalda mientras me hundo en vos, me sumerjo en tu delicia y allí permanezco, dormidos uno dentro del otro, ahí donde todo es perfecto, y donde siempre es siempre.
Amarte es un estado fractal:
nuestros caracoles se regeneran indefinidamente
en lo mínimo.  

k

Hilos tendidos hacia atrás
como si mis pasos de ausencia quemasen
las almas que besé

me tomo el poder de poseer
la parte suya que fue nuestra:
lo besé antes de irme
llevándome la potestad de todo recuerdo

yo seré ese recuerdo especial
(especial en mí)
y para no perturbar mis aguas claras
no volveré a mirar

* * *

pero vos
que te has ido primero
que has vuelto primero
que has tenido todas las potestades
vos
que no puedo decirte que no con honestidad
(sólo con esfuerzo y engaño)
con vos me rindo
que el universo cobre las potestades que hube arrebatado
una, dos
espero que no más
dese por pagado
me digo
dese por restablecido
y en paz


19.6.17

glissando

despertaría al amanecer acercándome a tu piel
y un par de mates después
saldría a perder mis sandalias en el parque
entre sonrisas de transeúntes asombrados
y el agua de los aspersores

habría montones de aciertos perdidos
tal vez para encontrar
y en el glissando del reloj solar se acurrucaría el día
recordando tu nombre

regresaría al enjambre de tu sexo
a enmadejar un rato el nido de tu cama
y ver esa luz tan clara
de mi nombre en tus ojos
al dormirme
y despertaría al amanecer acercándome a tu piel

18.6.17

El hombre que calla está desnudo. 
Acerca su piel a la mía y una pequeña luz le sube a las pupilas. 
Y yo amo a ese hombre encendido. 

El hombre que habla necesita construir un universo más allá del que ya es en sí mismo. 
Levanta bellos puentes como rutas alternativas, caracoleadas y complejas 
para llegar a pequeños espacios de su piel, 
o murallas de apretada trama tras las que cobija su vulnerabilidad blanca. 
Y yo amo a ese hombre refugiado, también.

Me has pedido que no llegue a esos lugares. 
A veces acepto tus límites.


La mujer que observa está vestida. 
Trae ropajes abrigados en inconmensurables capas superpuestas, 
y sabe que debajo de todo eso está desnuda. 

La mujer que habla se busca a sí misma por caminos equivocados,
y también lo sabe. 

A veces me pierdo en ambas, a veces me enfurecen. 

En el espacio de la verdad
llana y temporal
puedo entender que encuentros y desencuentros
son la misma cosa.

Este poema
acepto
es un espacio de rebeldía
o de acomodación

Amé ese lugar donde no hubo lugar para las palabras
y luego necesité palabras
y luego la carcajada sobre mí
que precede al espacio de sagrado silencio
donde me acurruco en paz infinita y presente
otra vez.
La energía es un camino maravilloso hacia vos. 
Ahí puedo encontrar lo que tu boca no sabe decir. 

No hace falta más que un roce para entendernos. 

Tus manos políglotas me han hablado de fuego, de pasión y deseo. 
De amor. De angustias. De miedos. 

Tus manos me contaron sobre tu existencia milenaria y tu tránsito por múltiples universos. 
Y sobre tu consciencia humana en lo incógnito de las emociones:
tus anclas de seguridad en este océano que conecta y desnuda y enciende y duele, todo a la vez. 

En el instante del roce acaece el universo simultáneo de lo vivido, ancestral y porvenir.
Todo alrededor calla. Como cuando cerramos los ojos en la montaña y seguimos andando.

A veces desdeño las palabras con que nos mentimos, como si fueran las únicas.
También recuerdo las que nos dijimos con miedo, las que barbotamos con torpeza antes de cruzar el océano de aire entre nuestros cuerpos.

Tus manos me hablan de la eternidad en que existimos.
Y luego
cada centímetro de tu cuerpo
me obsequia el silencio 
de saber que todo decir resulta innecesario.
porque mi cuerpo te extrañaba
me pregunté

si algo en mí estaba averiado.