La energía es un camino maravilloso hacia vos.
Ahí puedo
encontrar lo que tu boca no sabe decir.
No hace falta más que un roce para
entendernos.
Tus manos políglotas me han hablado de fuego, de pasión y deseo.
De amor. De angustias. De miedos.
Tus manos me contaron sobre tu existencia
milenaria y tu tránsito por múltiples universos.
Y sobre tu consciencia humana
en lo incógnito de las emociones:
tus anclas de seguridad en este océano que
conecta y desnuda y enciende y duele, todo a la vez.
En el instante del roce acaece el universo simultáneo de lo vivido, ancestral y porvenir.
Todo alrededor calla. Como cuando cerramos los ojos en la montaña y seguimos andando.
A veces desdeño las palabras con que nos mentimos, como si fueran las únicas.
También recuerdo las que nos dijimos con miedo, las que barbotamos con torpeza antes de cruzar el océano de aire entre nuestros cuerpos.
Tus manos me hablan de la eternidad en que existimos.
Y luego
cada centímetro de tu cuerpo
me obsequia el silencio
de saber que todo decir resulta innecesario.
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