despertaría al amanecer acercándome a tu piel
y un par de mates después
saldría a perder mis sandalias en el parque
entre sonrisas de transeúntes asombrados
y el agua de los aspersores
habría montones de aciertos perdidos
tal vez para encontrar
y en el glissando del reloj solar se acurrucaría el día
recordando tu nombre
regresaría al enjambre de tu sexo
a enmadejar un rato el nido de tu cama
y ver esa luz tan clara
de mi nombre en tus ojos
al dormirme
y despertaría al amanecer acercándome a tu piel
19.6.17
18.6.17
El hombre que calla está desnudo.
Acerca su piel a la mía y
una pequeña luz le sube a las pupilas.
Y yo amo a ese hombre encendido.
El
hombre que habla necesita construir un universo más allá del que ya es en sí
mismo.
Levanta bellos puentes como rutas alternativas, caracoleadas y complejas
para llegar a pequeños espacios de su piel,
o murallas de apretada trama tras
las que cobija su vulnerabilidad blanca.
Y yo amo a ese hombre refugiado,
también.
Me has pedido que no llegue a esos lugares.
A veces acepto
tus límites.
La mujer que observa está vestida.
Trae ropajes abrigados en
inconmensurables capas superpuestas,
y sabe que debajo de todo eso está
desnuda.
La mujer que habla se busca a sí misma por caminos equivocados,
y
también lo sabe.
A veces me pierdo en ambas, a veces me enfurecen.
En el espacio de la verdad
llana y temporal
puedo entender que encuentros y desencuentros
son la misma cosa.
Este poema
acepto
es un espacio de rebeldía
o de acomodación
Amé ese lugar donde no hubo lugar para las palabras
y luego necesité palabras
y luego la carcajada sobre mí
que precede al espacio de sagrado silencio
donde me acurruco en paz infinita y presente
donde me acurruco en paz infinita y presente
otra vez.
La energía es un camino maravilloso hacia vos.
Ahí puedo
encontrar lo que tu boca no sabe decir.
No hace falta más que un roce para
entendernos.
Tus manos políglotas me han hablado de fuego, de pasión y deseo.
De amor. De angustias. De miedos.
Tus manos me contaron sobre tu existencia
milenaria y tu tránsito por múltiples universos.
Y sobre tu consciencia humana
en lo incógnito de las emociones:
tus anclas de seguridad en este océano que
conecta y desnuda y enciende y duele, todo a la vez.
En el instante del roce acaece el universo simultáneo de lo vivido, ancestral y porvenir.
Todo alrededor calla. Como cuando cerramos los ojos en la montaña y seguimos andando.
A veces desdeño las palabras con que nos mentimos, como si fueran las únicas.
También recuerdo las que nos dijimos con miedo, las que barbotamos con torpeza antes de cruzar el océano de aire entre nuestros cuerpos.
Tus manos me hablan de la eternidad en que existimos.
Y luego
cada centímetro de tu cuerpo
me obsequia el silencio
de saber que todo decir resulta innecesario.
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