El hombre que calla está desnudo.
Acerca su piel a la mía y
una pequeña luz le sube a las pupilas.
Y yo amo a ese hombre encendido.
El
hombre que habla necesita construir un universo más allá del que ya es en sí
mismo.
Levanta bellos puentes como rutas alternativas, caracoleadas y complejas
para llegar a pequeños espacios de su piel,
o murallas de apretada trama tras
las que cobija su vulnerabilidad blanca.
Y yo amo a ese hombre refugiado,
también.
Me has pedido que no llegue a esos lugares.
A veces acepto
tus límites.
La mujer que observa está vestida.
Trae ropajes abrigados en
inconmensurables capas superpuestas,
y sabe que debajo de todo eso está
desnuda.
La mujer que habla se busca a sí misma por caminos equivocados,
y
también lo sabe.
A veces me pierdo en ambas, a veces me enfurecen.
En el espacio de la verdad
llana y temporal
puedo entender que encuentros y desencuentros
son la misma cosa.
Este poema
acepto
es un espacio de rebeldía
o de acomodación
Amé ese lugar donde no hubo lugar para las palabras
y luego necesité palabras
y luego la carcajada sobre mí
que precede al espacio de sagrado silencio
donde me acurruco en paz infinita y presente
donde me acurruco en paz infinita y presente
otra vez.
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