24.8.17

Y ella, sumergida en el vapor de una pileta o de mis caricias.
Y yo, sumergido en su risa, sus ojos o su escote, todo a la vez.
Ella desnudándose a contraluz, dorada de sol poniente, descubriéndose mujer en el fondo de mi mirada, descubriéndose ella en mí, profunda en mis pupilas que se abren para recibirla.

Y decimos irnos pero caemos uno en el otro, como muñecas rusas yo en vos, dentro tuyo y rodeándote y vos dentro y rodeándome y ninguno realmente fuera ni dentro, interpenetrándonos y abrazándonos simultáneamente, en un infinito detenido entre dos respiraciones, compartiendo un mismo aire relamido y realimentado y renovado una y otra vez en la circularidad perfecta de respirarnos indefinidamente.

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