Nada me erotiza tanto
como el vapor aromado de la piel brillante que sale del agua
fresca en jabones.
Ella y yo nos miramos en el escaso espejo del baño
mientras el sol resbala por sus hombros desnudos
en tacto provocativo.
Hay luz en sus ojos.
Caducan los relojes en la bruma que la abraza,
el tiempo se mece en la comba de su ombligo.
Absorta me pierdo en ese fulgor de capullo,
en esa belleza de sus pupilas inesperadas
No hay comentarios.:
Publicar un comentario