Volvía esta tarde
caminando
sola.
La casa cálida
con su puerta abierta
era una fogata, un destino.
Mas de pronto
en gélido alud
me llenó una lucidez.
Anocheció.
Me senté en el cordón de la vereda
esperando que un terremoto
abriera la calle.
No pasó nada.
Sólo se me quebró el pecho
y lloré.
Seca
me levanté y seguí caminando
seguí viviendo.
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